EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN: una historia antigua que sigue viva

Por Edu Mas (Don_Jupi)

Hace casi dos mil años, Roma ya sufrió las consecuencias de fabricar más dinero del que podía sostener. ¿Te suena de algo?

El denario romano fue la moneda de plata de referencia en la Antigua Roma durante más de cinco siglos. A lo largo de este extenso período, el denario sufrió una progresiva devaluación en su contenido metálico: las monedas pasaron de ser casi puramente plata a contener cada vez más cobre. Vamos a recorrer la historia de la devaluación del denario desde su origen hasta su decadencia y veremos los efectos económicos, sociales y fiscales de esta devaluación continua.


Orígenes del denario (211 a.C.)

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO CON EL VALOR X POR DIEZ ASES)

El denario nació durante la República romana, en un contexto de gran actividad militar y necesidades económicas crecientes. Hacia el año 211 a.C., Roma reformó su sistema monetario y emitió el primer denario como moneda de plata, cuyo nombre significa literalmente “que contiene diez” (porque inicialmente equivalía a 10 ases de bronce). Tenía un peso aproximado de 4,5 gramos y una pureza muy alta, de alrededor del 95-98% de plata, de una libra de plata (aprox. 327 gramos) salían unos 72 denarios.

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO CON MONOGRAMA DE XVI POR DIECISÉIS ASES)

Alrededor del 141 a.C., se varió su valor a 16 ases (en vez de 10) tras reducirse el peso del as de bronce. Sin embargo, estos cambios no afectaron sustancialmente la pureza ni el peso del denario en sí.

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO DE AUGUSTO)

Bajo Augusto (27 a.C. – 14 d.C.), el denario seguía siendo una moneda sólida que mantenía el 98% de plata y un peso teórico cercano a 3,9 g (1/84 de libra). En suma, durante los últimos años de la República y el inicio del Imperio, el denario gozaba de gran estabilidad y confianza del público, al ser una moneda fuerte “respaldada” por su contenido metálico.


Primera gran devaluación: la reforma de Nerón (64 d.C.)

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO DE NERÓN)

El primer emperador que realizó una devaluación importante del denario fue Nerón. En el año 64 d.C., tras el gran incendio de Roma, necesitaba financiar la reconstrucción y otros gastos, por lo que reacuñó moneda reduciendo su contenido en plata. Esta reforma disminuyó el peso del denario de unos 3,9 g a 3,3-3,4 g (pasando de 84 a 96 piezas por libra) y redujo la pureza de la plata del 98% al 93-94%. En la práctica, cada denario contenía solo unos 3,1 g de plata fina, frente a los 3,8 g anteriores.

Aunque la medida pasó relativamente desapercibida al principio —ya que la moneda seguía superando el 90% de plata—, marcó un precedente peligroso: abrió la puerta a futuras devaluaciones como herramienta fiscal. Además, Nerón también ajustó el contenido del aureus (oro) y aumentó la emisión de bronce, mostrando una política monetaria expansiva. En resumen, la reforma de 64 d.C. fue el primer gran recorte del valor intrínseco del denario decidido por el poder imperial, para beneficiar las arcas del Estado.


Los Flavios (69 d.C a 106 d.C)

Tras Nerón, el Imperio atravesó un período convulso (el año de los cuatro emperadores, 69 d.C.) y luego la dinastía Flavia. Estos acontecimientos también dejaron su huella en la moneda.

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO DE VESPASIONO CON TITO Y DOMICIANO EN EL REVERSO)

El emperador Vespasiano (69-79 d.C.), al subir al poder después de la guerra civil, se enfrentó deudas masivas y, según estudios numismáticos, redujo aún más la pureza del denario de 93% a alrededor de 89%. Sin embargo, poco después ocurrió algo inusual: Domiciano (81-96 d.C.), hijo de Vespasiano, decidió revertir parcialmente la devaluación. En el año 82 d.C., Domicio hizo una breve reforma monetaria restaurando la pureza del denario a niveles cercanos al estándar augusteo (98% de plata). Esta efímera restauración de la pureza (posiblemente para ganarse el favor de la opinión pública o de los comerciantes) no duró mucho. Tan solo tres años más tarde, en 85 d.C., Domiciano volvió a bajar la fineza cerca del 93%, el mismo nivel post-Nerón que se había establecido décadas antes. Este episodio demuestra que los emperadores eran conscientes de la relación entre la calidad de la moneda y la confianza del público:


Trajano y los emperadores buenos (107 d.C. a 192 d.C.)

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO DE TRAJANO)

Hacia el año 107 d.C., después de sus guerras dacias, Trajano necesitaba pagar más legiones y emprendió grandes obras como su famoso Foro de Trajano. Para sufragar estos costos, devaluó ligeramente el denario del 93% al 89,5% de plata. Es decir, cada moneda contenía un poco más de cobre mezclado. Esta reducción, de apenas unos puntos porcentuales, pudo pasar desapercibida para muchos contemporáneos (pues el denario aún “lucía” plateado y pesaba igual 3,3 g).

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO DE ANTONINO PIO)

Bajo Antonino Pío (138-161 d.C.), se registra otra baja en la ley de la moneda: aproximadamente un 5% menos de plata que antes, dejando la pureza en torno al 83-85%.

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO DE MARCO AURELIO CON COMODO EN EL REVERSO)

En época de Marco Aurelio (161-180 d.C.), quien afrontó costosas guerras contra los germanos y pártanos, el llegó a solo un 75-80% de plata. El emperador Cómodo (180-192 d.C.) redujo el peso teórico del denario en aproximadamente un octavo, pasando el estándar a 108 denarios por libra de metal (unos 3,0 gramos por moneda).

De este modo, tras la era de Marco Aurelio y Cómodo, el denario medio circulante podía pesar cerca de 3,0 g y contener tal vez 2,3 gramos de plata pura (calculando un 75% de fineza). En un siglo, la moneda había perdido casi un tercio de su contenido intrínseco de plata.

A la muerte de Cómodo en 192 d.C., su sucesor Pertinax (193 d.C.) quiso revalorizar el denario aumentando la pureza de plata a alrededor de 87%, para restaurar la confianza. Lamentablemente, Pertinax fue asesinado a los pocos meses y esa reforma no prosperó. En suma, al finalizar el siglo II, el denario seguía siendo la moneda de uso común en todo el Imperio, pero ya no tenía el brillo de antaño: de más de 95% de plata en tiempos de Augusto, había caído a menos del 80% bajo Cómodo.


Caracalla y el antoniniano (211 d.C.)

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(DENARIO DE CARACALLA)

A principios del siglo III d.C., la situación financiera de Roma se volvió crítica. El aumento constante de los gastos militares el estancamiento de las conquistas (por tanto, menos botines y nuevos recursos) empujaron al Imperio a soluciones drásticas. En este contexto, el emperador Caracalla (211-217 d.C.) tomó decisiones monetarias que profundizaron como nunca la devaluación del denario. Entre el 212 y 215 realizó una devaluación masiva rebajando el denario a aproximadamente a un 50% de plata, una proporción nunca vista hasta entonces. En apenas unas décadas, la pureza había pasado del 75% al 50%, y el denario casi se había convertido en una moneda de vellón (aleación de plata y cobre a partes iguales).

Pero la medida más célebre de Caracalla fue la introducción de una nueva moneda en el año: el antoniniano (llamado así por el nombre oficial de Caracalla, Marco Aurelio Antonino). El antoniniano se concibió como un “doble denario”, con valor facial de 2 denarios, pero su fabricación ocultaba una devaluación encubierta. La introducción del antoniniano fue una forma de ahorrar metal: con la misma cantidad de plata que antes se hacían 8 denarios, ahora se acuñarían 5 antoninianos (equivalentes a 10 denarios por valor).

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(ANTONINIANO DE CARACALLA)


Después de Caracalla (217 d.C. a 270 d.C.)

Los antoninianos pasaron a circular profusamente y el viejo denario cayó en desuso o se convirtió en moneda de cuentas. La calidad del antoniniano se deterioró aún más rápidamente que la del denario. El emperador Heliogábalo intentó eliminar el antoniniano (219 d.C.), probablemente debido a problemas que causaba en la economía, pero su retiro fue breve. En 238 d.C., durante el caótico año de los seis emperadores, se volvió a acuñar antoninianos y se estableció definitivamente como moneda principal, desplazando al denario por completo.

Para entonces, la plata en estas monedas seguía bajando: hacia 238 d.C. la fineza rondaba el 48%. A mediados del siglo III, durante la llamada Crisis del siglo III, Galieno (253-268 d.C.) emitió enormes cantidades de moneda con cada vez menos contenido de plata. En muchos casos, los antoninianos tenían solo una delgada capa plateada superficial. Según datos numismáticos, hacia la década de 260 d.C. el contenido real de plata de la moneda imperial cayó a cifras bajísimas, en torno al 5% o menos. De hecho, aunque las monedas aún mostraban un tono plateado (por técnicas de plateado), en su interior eran prácticamente de cobre.

La pérdida de confianza en la moneda llevó a una espiral inflacionaria: cada vez se necesitaban más denarios/antoninianos para comprar los mismos bienes, reflejando la menor cantidad de plata real que contenían.


La reforma de Diocleciano (294 d.C.) y el fin del denario clásico

Tras décadas de crisis, el emperador Diocleciano (284-305 d.C.) emprendió profundas reformas para rescatar al Imperio, incluyendo una gran reforma monetaria en 294 d.C. que puso fin al denario clásico.

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(ARGENTEUS DE DIOCLECIANO)

Diocleciano introdujo el argenteus, una moneda de plata casi pura (~95%) y 3,4 g de peso, que retomaba el antiguo estándar para restaurar la confianza. También lanzó el follis, una gran moneda de bronce (8-10 g) recubierta con plata, pensada para el uso diario. El viejo antoniniano quedó casi fuera del sistema, reducido a piezas menores de cobre y marcando el fin de su historia. El denario, por su parte, sobrevivió solo como unidad de cuenta, no como moneda física.

La reforma estabilizó temporalmente la economía al reintroducir monedas con contenido metálico real, aunque vino acompañada del Edicto de Precios Máximos (301 d.C.), un intento autoritario de frenar la inflación que tuvo éxito limitado. Con el tiempo, el sistema evolucionaría de nuevo bajo Constantino, quien crearía el solidus de oro, base del sistema financiero por siglos. El declive del denario en el siglo III cerró así una era en la que el valor de la moneda romana residía en su contenido en plata.

EL DENARIO ROMANO Y LA INFLACIÓN
(ANTONINIANO DE CARACALLA)


Efectos económicos, sociales y fiscales de la devaluación

La devaluación progresiva del denario tuvo impactos profundos en la economía y la sociedad romanas, especialmente durante el siglo III d.C.

  • Inflación galopante: A medida que el denario contenía menos plata, su valor real caía y los precios subían. Al principio la inflación fue moderada, pero luego se volvió extrema, erosionando los ahorros y golpeando a las clases bajas cuyos ingresos no crecían al ritmo de los precios.
  • Desconfianza y acaparamiento: La población empezó a guardar las monedas antiguas de alta pureza y a usar primero las nuevas de peor calidad (Ley de Gresham). Las monedas buenas desaparecían, provocando desconfianza y, en algunos lugares, un retorno al trueque o al uso de monedas extranjeras.
  • Impacto social y militar: Los soldados, pagados en monedas devaluadas, vieron reducido su poder adquisitivo, lo que obligó a aumentar sus sueldos y generó un círculo vicioso de más acuñación y más inflación. Esto agravó el descontento social y militar en un imperio ya convulsionado.
  • Efectos fiscales: Aunque la devaluación dio ingresos inmediatos al Estado, a largo plazo erosionó el valor de los impuestos recaudados en moneda. Como respuesta, el Imperio pasó a exigir tributos en especie, lo que complicó la administración y alteró la economía.

En resumen, la política de devaluación, que parecía una solución fácil para cubrir gastos, acabó dañando la economía y debilitando al Estado. La experiencia romana muestra los riesgos de una política monetaria cortoplacista que genera inflación, pérdida de confianza y desorganización económica.


Lecciones que nos dejaron los romanos sobre la inflación

La historia del denario romano ofrece lecciones relevantes hoy:

  • Imprimir dinero en exceso genera inflación: Así como Roma emitía más monedas con menos plata, hoy crear dinero sin respaldo productivo reduce su poder adquisitivo.
  • La confianza es clave: El valor de la moneda depende de la fe del público, no solo de su material. Cuando se pierde la confianza, es difícil recuperarla.
  • El cortoplacismo pasa factura: Devaluar para resolver problemas inmediatos suele generar inestabilidad futura, como ocurrió en Roma, y como se ha visto en casos modernos de hiperinflación.
En definitiva, el declive del denario nos recuerda que una moneda es tan fuerte como la confianza que genera, una lección que sigue vigente en cualquier época.



Lista de fuentes consultadas y recomendadas